Ayer presencié -qué digo presencié, participé- de una escena típicamente argentina. Al rededor de las nueve y media de la noche, con la panza vacía y crujiente; y luego de perdernos por más de 20 minutos con el coche; llegamos a una Sociedad de Fomento del Barrio de Devoto, a una o dos cuadras de la General Paz, para que su ubiquen en el arrabal.
No es que fuimos allí con intenciones puramente turísiticas. No, no. Fuimos porque se hacía un bingo organizado por chicos y padres de un establecimiento educativo secundario de la zona (a.k.a. my brother) que tenía el fin último de "juntar plata para un viaje".
Primero pagamos la entrada, muy económica, que además servía para un sorteo (una sandwichera, una plancha y algún otro electrodoméstico). Una vez que entramos, el ambiente ameritaba una cámara fija en cada esquina, a Campanella parado dando indicaciones al camarógrafo, a Darín buscando una silla para jugar al bingo frente a la cámara, y quizá también a Federico Luppi: mesas de bar y mesas de plástico repartidas por todo un salon que tenía un escenário en el fondo, gente de todas las calañas caminando, corriendo, saltando. Música fuerta saliendo de los altoparlantes (pos supuesto rock nacional), padres y chicos circulando y tratando de venderte un cartón para jugar al bingo.
De fondo sonaba "cuareeeentaaaaaaayyyyysieteeeeeeee.... cuaaaaatro sieeeeteeeeee, treeeeeintayyydooooos treeeeees dooooooooos (etc)" pero nosotros enfilamos directo hacia donde nuestras narices indicaban: el infaltable olor a asadito criollo que los papás estaban preparando. Adelante de ellos, un mostrador con las mamás sirviendo lo dulce y las bebidas.Hamburguesas y choris primero y torta de chocolate con dulce de leche después. Ahí decidimos, ya con la panza llena hacer lo inevitable: jugar un cartón de bingo.
Compramos cada uno un cartón (un pesito) y nos sentamos con una familia de perfectos desconocidos a esperar. Una emoción volver a jugar a esas cosas. Yo renegaba de eso, me reía cínicamente, pero la estaba pasando bárbaro. El perfectodesconocidorrollinga que renía enfrente se ponía de todos los colores cada vez que no le salía un número. Y casí rompe todo cuando alguien gritó: "¡LÍNEA!" y acto seguido alguien gritó "¡BINGO!". Ahí nos fuimos. No sea cosa que alguien se apiole de que, para mí, había sido muy divertido.
PD: recién ahora entendí lo que dijo Borges en ese ensayo que se llama "La poesía gauchesca": "la vida pastoril que era típica de las cuchillas de la pampa. Esa causa, apta sin duda para la amplificación oratoria y para la disgresión pintoresca, es insuficiente; la vida pastoril ha sido típica de muchas regiones desde Montana y Oregón hasta Chile, pero esos territorios, hasta ahora, se han abstenido enérgicamente de redactar
El gaucho Martín Fierro"